Por Ramón Feliz, abogado y docente universitario
Las redes sociales se han convertido en una herramienta de comunicación sin precedentes, accesible para todos, desde el empresario más influyente hasta el buhonero más humilde. A través de estas plataformas, cualquier persona puede informarse sobre el acontecer diario y expresar su opinión sobre los temas más diversos.
Uno de los mayores atributos de las redes es su alcance global y su inmediatez. Hoy es posible conocer al instante hechos ocurridos en cualquier parte del mundo y comunicarse con líderes internacionales mediante plataformas como X (antes Twitter). Sin embargo, este acceso ilimitado también ha abierto la puerta a la manipulación de la opinión pública con fines políticos, comerciales o personales.
El auge de los influencers y su impacto en la justicia dominicana
En la República Dominicana, el crecimiento exponencial de los influencers ha magnificado este fenómeno. Algunos utilizan su alcance para moldear la percepción de la ciudadanía sobre determinados eventos, generando presión sobre las instituciones estatales, en especial sobre el sistema de justicia.
Si bien la justicia dominicana no ha alcanzado el nivel de independencia y equidad que la sociedad demanda, ha experimentado avances significativos. Aún estamos lejos del ideal propuesto por Jean-Jacques Rousseau en El contrato social —donde la justicia es completamente autónoma e imparcial—, pero también hemos superado las deficiencias de hace 25 años, cuando una persona podía ser detenida preventivamente y pasar una década en prisión sin haber sido presentada ante un juez.
La crisis política y social de 1994 marcó un punto de inflexión en la justicia del país. Se implementaron mecanismos como el Consejo Nacional de la Magistratura para limitar la influencia del Poder Ejecutivo sobre el Poder Judicial. Sin embargo, aunque el control gubernamental sobre la justicia ha disminuido, hoy nos enfrentamos a una nueva forma de presión: la de las redes sociales y la opinión pública interesada.
Fiscalización ciudadana o manipulación mediática
La participación ciudadana en la fiscalización del sistema judicial es fundamental para una democracia saludable. No obstante, cuando esta fiscalización se basa en rumores, intereses personales o desinformación, deja de ser una herramienta de control legítima para convertirse en un arma de manipulación.
Hoy, muchas de las presiones ejercidas sobre jueces provienen de campañas orquestadas por actores con intereses particulares, quienes utilizan su influencia en redes sociales para dirigir la narrativa sobre ciertos procesos judiciales. En este contexto, el verdadero peligro no es la opinión pública en sí, sino la facilidad con la que esta puede ser manipulada para favorecer agendas específicas.
Si en el pasado la justicia dominicana estuvo sometida a los designios del Poder Ejecutivo, en el presente enfrenta el riesgo de convertirse en prisionera de la opinión pública y de los intereses que operan tras bastidores en el mundo digital.
El paralelismo con la Revolución Francesa
Un ejemplo histórico de lo que ocurre cuando la justicia se somete a los vaivenes de la opinión pública es el período del Terror en la Revolución Francesa. En aquel entonces, los líderes revolucionarios, embriagados por su poder, establecieron un sistema de justicia basado en el clamor popular más que en la legalidad. Paradójicamente, muchos de estos mismos líderes, como Maximilien Robespierre, fueron víctimas de la guillotina que ellos mismos instauraron como símbolo de su justicia arbitraria.
No podemos permitir que la facilidad de acceso a las redes sociales se convierta en un mecanismo de presión que socave la independencia judicial. La justicia debe actuar conforme a la ley y a su propia conciencia, sin verse influenciada por el ruido mediático o las campañas de opinión.
Conclusión: el reto del equilibrio
El reto está en encontrar un equilibrio: aprovechar las redes como una herramienta de transparencia y fiscalización legítima, sin que estas se conviertan en un tribunal paralelo donde la verdad y el debido proceso sean reemplazados por el sensacionalismo y la manipulación. La justicia debe seguir evolucionando, pero sin ceder a las presiones que puedan desdibujar su verdadera función en la sociedad.