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Opinión

La Ruta de la Seda: ¿una oportunidad económica o un nuevo tipo de dependencia?

Por: Visión Global
mayo 13, 2025

Por Paola Rodríguez

La autora es contadora pública autorizada y especialista en finanzas corporativas y bursátiles.

En los últimos años, el concepto de la Ruta de la Seda ha vuelto a cobrar protagonismo en los titulares internacionales, especialmente luego de que varios países de América Latina comenzaran a mostrar interés en sumarse formalmente a esta ambiciosa iniciativa liderada por China. Pero ¿qué implica realmente este acuerdo? ¿Y cuáles son sus efectos económicos a corto y largo plazo para los países que se integran?

La Ruta de la Seda, oficialmente conocida como la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés), es un megaproyecto lanzado por China en 2013 con el objetivo de construir una red global de comercio e infraestructura que conecte Asia con Europa, África y América Latina. Bajo esta sombrilla, China ha financiado carreteras, puertos, ferrocarriles, zonas francas y telecomunicaciones en más de 150 países.

Desde una perspectiva económica, sumarse a la Ruta de la Seda representa una inyección directa de capital en infraestructura, algo que muchos países en vías de desarrollo no pueden financiar por sí solos. Estos proyectos permiten mejorar la conectividad logística, atraer inversión extranjera, generar empleo y modernizar sectores estratégicos. En naciones con infraestructura deteriorada, esta oportunidad puede ser vista como un verdadero impulso hacia el desarrollo.

Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. El modelo chino de inversión muchas veces implica endeudamiento con altas condiciones de reembolso y dependencia tecnológica. Varios países africanos y asiáticos que firmaron acuerdos similares hoy enfrentan dificultades para cumplir con sus compromisos financieros, mientras que empresas chinas toman el control operativo de puertos y proyectos estratégicos en esas regiones.

Además, está el debate geopolítico. Sumarse a la Ruta de la Seda puede interpretarse como una señal de alineación hacia el eje China-Rusia, lo que podría deteriorar relaciones con Estados Unidos y Europa, en especial si existen acuerdos de libre comercio vigentes, como el que Colombia mantiene con EE. UU. Atraer inversión no debería implicar perder soberanía ni libertad de acción económica.

En este sentido, el verdadero reto para los países latinoamericanos no es solo firmar o no firmar, sino cómo negociar inteligentemente. Participar en la Ruta de la Seda no debería ser una decisión impulsiva ni ideológica, sino una estrategia cuidadosamente estructurada que maximice beneficios sin hipotecar el futuro.

¿Se puede tener una relación fluida con China sin romper los lazos con Estados Unidos? Sí, pero requiere diplomacia profesional, análisis técnico, transparencia y una visión clara del desarrollo nacional. América Latina no debe caer en la trampa de escoger entre dos potencias, sino aprender a relacionarse con ambas en función de sus intereses propios.

La Ruta de la Seda podría representar una vía hacia el progreso, pero solo si se transita con responsabilidad, visión a largo plazo y, sobre todo, con independencia.

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