Santo Domingo, 1 de abril de 2025– Pocas cosas duelen tanto como una traición amorosa. Esa sensación de vacío en el pecho, el nudo en la garganta, las noches de insomnio repasando lo sucedido… Todo eso no es solo drama emocional, es ciencia. Y sí, por sorprendente que parezca, tu cerebro puede llegar a procesar una traición del corazón casi de la misma forma en que lo haría con una agresión física.
Cuando alguien a quien amas te traiciona, el cerebro activa las mismas regiones que se iluminan ante un dolor corporal: la corteza cingulada anterior y la ínsula. Estas áreas están directamente vinculadas con la respuesta al sufrimiento físico, lo que explica por qué una decepción amorosa no solo se “siente”, sino que realmente duele. No es solo algo que “está en tu cabeza”; es algo que está en tu cuerpo entero.
Este descubrimiento cambia la manera en la que deberíamos abordar el desamor. Porque si una herida emocional duele como una física, ¿por qué no tomamos el mismo tiempo para sanar? ¿Por qué la sociedad nos empuja a “superarlo rápido” cuando nadie te exige caminar sobre una pierna rota sin tratamiento?
En un mundo donde lo emocional sigue siendo subestimado, reconocer que el cerebro no distingue entre un corazón roto y un golpe en la pierna es un llamado urgente a cuidar más nuestra salud mental. Perdonar no significa minimizar el daño. Sanar no es olvidar lo que dolió. Es reconocer el impacto, darle nombre al dolor y permitirnos el tiempo para reponernos.
A quienes hoy cargan con el peso de una traición, les digo: tu dolor es válido, tu sufrimiento tiene una explicación científica, y tu proceso de sanación merece respeto. No estás exagerando. Estás simplemente humano. Y eso, ya de por sí, merece toda la compasión posible.
Redacción Visión Global Media